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Lunes 16 de agosto

  • iglesiabarriobelgr
  • 16 ago 2021
  • 2 Min. de lectura
“Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”, Juan 8:42-44

¿De qué sirve estar en plena luz si mi condición de vida, hábitos, costumbres, etc. muestran que sigo siendo esclavo de las tinieblas?

Si pertenecemos a la familia de Dios y tenemos su parentesco debemos amar a su único Hijo Jesucristo, que ha venido de Él, es el Mesías prometido; y también debemos aceptar su mensaje en nuestra vida. Sin embargo, nuestra condición espiritual contradice nuestra fe cuando no vivimos de acuerdo a la nueva posición que hemos recibido de Cristo, sino que vivimos en una condición terrenal de pecado que nos esclaviza, haciendo lo que no le agrada, viviendo en nuestros deseos y pasiones.

Jesús en este pasaje les recuerda a los judíos que desde el principio la naturaleza humana se caracteriza por la mentira y el homicidio, y pone en contraposición la verdad y la mentira. Él es la única verdad que libera de la esclavitud, mientras que el diablo es el padre de la mentira, que engaña y esclaviza no sólo a los incrédulos sino a los creyentes.

Dios dijo claramente la verdad a Adán y Eva, advirtiéndoles las consecuencias de desobedecer y separarse de Él. El padre de la mentira entró en escena y los persuadió para que dudasen de la Palabra de Dios y confiaran en su mentira. Hoy se repite esta escena en cuanto a la verdad revelada de Cristo y la disposición de los seres humanos a desobedecer.

No podemos pretender ser santos si no andamos en la verdad. El verdadero creyente se deleita en escuchar y obedecer la Palabra de Dios y vive en comunión continua con Él. El que goza de una relación íntima con Dios puede apreciar la verdad de su Hijo y amarlo.

Oír y no obedecer es el primer diagnóstico para la incredulidad. Podemos volvernos espiritualmente sordos cuando no escuchamos la voz de Dios, sino las voces mentirosas que nos rodean y seguimos los deseos del padre de la mentira, sus inclinaciones, tendencias, deseos impuros, malignos e impíos, todo lo falso del mundo que le debe a él su existencia.

Quien no honra al Hijo no puede honrar al Padre celestial. Miremos pues como andamos y sigamos las advertencias del apóstol Pablo en Gálatas 3:3 “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” y Efesios 5:15 “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”

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