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Lunes 4 de octubre

  • iglesiabarriobelgr
  • 4 oct 2021
  • 2 Min. de lectura
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones”. Efesios 1:15-16
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efesios 3:14-19


La carta del apóstol Pablo a los efesios, incluye oraciones donde les dice por qué y cómo está orando por ellos. Menciona una serie de razones por las cuales lo hace y una de ellas es porque ha escuchado de su fe por el Señor Jesucristo y de su amor por otros.

El por qué es importante en el momento en que vamos a orar, puesto que a veces nos cuesta bastante entrar en oración. Es fácil orar cuando estamos motivados por algún sermón, o por un libro que nos invita a hacerlo, o cuando estamos pasando por alguna crisis o problema que nos hace sentir la necesidad de pedir la ayuda divina. La intercesión diaria por otros a veces puede volverse una carga, cuando no estamos motivados. Puede dejar de ser un deleite y convertirse en una obligación.

La llama de la oración debe arder en nuestro corazón, y el combustible que necesita es la verdad de la Palabra de Dios. Cuando nos sintamos sin deseo de orar, la Palabra de Dios debe motivarnos a prender esa chispa en nuestro interior. El Espíritu Santo es el que nos revela su verdad y está listo para encender ese combustible. Debemos empaparnos de la verdad divina de tal modo que sirva para encender nuestro deseo de orar. Este es el secreto para orar siempre y no desmayar.

El Espíritu Santo no puede encender un corazón vacío, sino, uno que esté lleno de los pensamientos de Dios, de sus promesas. Necesitamos crecer en el conocimiento de la naturaleza y el carácter de Dios, para entender cada día más su voluntad.

La oración tiene que ver con un Dios real que puede oír, con un Cristo que triunfó en la cruz y nos ha dado libre acceso a la presencia del Padre. Con una tumba vacía con la que podemos declarar victoria en cualquier situación, porque el Cristo Vivo está ahora como Sumo Sacerdote intercediendo por nuestras peticiones. Y con un Espíritu Santo que nos ayuda a orar cuando no sabemos cómo hacerlo, intercediendo por nosotros con gemidos indecibles.

No podemos orar ardientemente sin la fe y la esperanza puesta en Dios. Avivar la llama de la oración, significa meditar sobre las Escrituras. Esto nos llevará a guardar sus dichos en nuestra mente y en nuestro corazón, para que sea el combustible que necesitamos.

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