Viernes 07 de Agosto

«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.» 1 Juan 2:15-16

Como dice Santiago 1:13, cada uno de nosotros es tentado por nuestros malos deseos, no por Dios. Lo que agrada a nuestros ojos es cuando miro algo y permito que me influencie que decida mi manera de pensar, de actuar y de vivir mi vida. Si el mundo me ofrece riquezas y vanagloria a cambio de sucumbir ante el pecado, tengo la decisión en mis manos y la capacidad de no seguir la corriente del mundo y nadar en contravía, no en mis fuerzas si no por medio de la palabra de Dios, guiado por su Espíritu, el cual me revela algo importante : ya no tengo porque pensar ni vivir como el mundo pues esto termina en muerte, si no que pienso y actúo de acuerdo a lo que está escrito. Dios ha colocado su fuerza en mí para poder lograr la victoria, porque al ser purificado o al haber apartado mis malos deseos, soy puro, y puedo entender cuál es la voluntad de Dios en cualquier aspecto de mi vida y ante cualquier situación. ¿Pero si mi pensamiento solo está influenciado por el mundo cual será el camino que tomaré? ¿Cuál será la emoción o sentimiento que me guiará? Pero si cambiamos nuestra forma de pensar, dejando atrás como piensa el mundo, entonces miraré claramente el camino que debo seguir